Las canchas vacías pasaron a estar abarrotadas y a tener espectadores de lujo procedentes del mundo del cine como Jack Nicholson (hincha de los Lakers) o Woody Allen (un habitual en los partidos de los New York Knicks en el Madison Square Garden) y el fenómeno de la NBA traspasó las fronteras norteamericanas, provocando que los aficionados europeos al baloncesto trasnocharan para seguir a los mejores jugadores del mundo. En Kareem Abdul-Jabbar encontró el compañero perfecto, un pívot de 2,18 metros capaz de rebotear en su propia canasta y encestar después en la del rival (Jabbar continúa siendo el máximo anotador de la historia de la liga actualmente con 38.387 puntos).